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Monedas y Tablillas

La acuñación de la moneda –hechas con electra, oro o plata- favoreció enormemente el comercio y su uso comenzó a extenderse ampliamente por el mundo desde Lidia, siendo habitual en la Grecia continental hacia el 610 a. C. El estándar lidio eran unos 14 gramos de electro, que era la paga de un soldado por un mes de servicio; por esta razón ha recibido el nombre de estátera, nombre que recibió en la antigua Grecia la moneda de oro con la que se pagaba el sueldo militar. Además, en Lidia se utilizaban también unas tablillas con valor monetario, predecesoras de las letras de cambio. La invención de la moneda, como forma de intercambio comercial, llevó a Lidia también a ser una “potencia bancaria”.

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Mujeres Lidias

Las mujeres  Lidias podían  elegir  a  sus maridos y tener más libertades, llegando a pagar  sus propias  dotes   de bodas.  ​ En  general,    los   historiadores griegos   muestran  clichés de  su  época —siglo  VI a.  C.—,  como   que  los  lidios eran perezosos, que solo les interesaba la riqueza  y      que  habían     reglado   la prostitución      profesional.

CRESOS

Hablar de Cresos se resume en una frase aún hoy utilizada: “MÁS RICO QUE CRESOS”. Y es así. Era un rey de Lidia (hoy Turquía) que era tan rico que nadaba en oro. Estamos hablando de un reinado que dejo de existir como tal hace más de 2600 años.

En honor del Dios Apolo de Delfos,   repartió a cada uno de los ciudadanos de Lidia las primeras monedas de la humanidad —estáteros— que eran de oro con las figuras enfrentadas de un león y una cabra.

Para salvar la contradicción existente entre el hecho de que un monarca devoto de Apolo fuera derrotado por un rey, Ciro de Persia, aún más bárbaro, Heródoto forjó la historia del viaje de Solón de Atenas, uno de los Siete Sabios de Grecia, a Sardes, para entrevistarse con Cresos. El monarca lidio, después de mostrarle sus tesoros, preguntó al sabio si había conocido a un hombre más feliz que él, y Solón mencionó a simples particulares que,  murieron de forma honorable sirviendo a su patria, bien en la guerra, bien en la religión. Ante la reacción molesta de Cresos, Solón le explicó "que no puede juzgarse a un hombre como feliz hasta el final de sus días".

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